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Sobreexigencia, ¿qué dejaste atrás para conseguir esa notaza?

  • Juan
  • 11 sept
  • 4 Min. de lectura

Desde pequeños aprendimos a esforzarnos. A hincar los codos durante horas y a sentir orgullo cuando, al final, esa entrega se veía recompensada: una buena nota, la felicitación de la familia, un premio, o simplemente el alivio de ver que el esfuerzo había dado fruto. El esfuerzo era y es un valor en nuestro mundo.


Sobreexigencia y Burnout

Sin embargo, las fronteras de lo que es un esfuerzo sano y útil no se definieron demasiado bien. Y lo que era esforzarse, se tornó en forzarse, el camino hacia el Burnout. Quizá por lo difícil de definir el concepto de esfuerzo, quizá por priorizar el resultado, quizá por la creencia en el endurecimiento del carácter (modelo tradicional) y otros quizás. Al final, llegaba la nota y con ella el gran alivio, aprobabas con nota y aparecía la recompensa. No importaba el uso de una sobreexigencia dañina, nadie preguntaba qué dejaste atrás para conseguir esa notaza. El resultado fue que, de manera implícita, el sistema social y académico validó ese modelo: estudiar hasta el agotamiento si con eso se obtenía un resultado óptimo era lo correcto, y lo que estaba mal visto era descansar en momentos en que la fatiga o la necesidad de cambio de actividad afectaban a ese rendimiento. Al final, mal que bien, el método suele funcionar (en la mayoría).


Pero lo que funcionó en la infancia y adolescencia —cuando había exámenes, notas y vacaciones— no se traslada igual a la vida adulta, especialmente al mundo laboral o a las oposiciones. Allí, el esquema de recompensa cambia radicalmente.

¿Cómo se alcanzaba ese rendimiento? La cultura del destajo.

Con sobreesfuerzo. Con la idea fija de que "cuanto más, mejor". Lo que ocurre es que aquello que fue válido (es decir, que se validó) tiende a reaparecer como la estrategia a emplear ante los desafíos u obstáculos.


Por aquel entonces, si el día no era bueno, si hubo bloqueo o las tareas nos superan, se estudiaba o se trabajaba más horas, se sacrificaban descansos, ocio y, muchas veces, la salud. El rendimiento no era espontáneo: era una consecuencia de apretar hasta el límite.


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¿Te permitías no alcanzarlo si hacerlo se sentía nocivo?

Normalmente no. El mensaje aprendido era claro: el cansancio extremo era un mal menor comparado con el objetivo.


Había una especie de "contrato interno" que decía que, si no llegabas hasta el final, estabas fallando.


¿Cómo alentaba el entorno?

El entorno reforzaba. Profesores, familiares, compañeros: todos valoraban la dedicación sin mirar demasiado las consecuencias.


Quien más se esforzaba era elogiado. Se celebraba la nota, no el proceso. Se premiaba la disciplina férrea, no el equilibrio.


¿Qué pasaba si no lo conseguías?

Llegaban la culpa y la sensación de insuficiencia. Como si descansar, fallar o bajar el ritmo no fueran necesidades legítimas, sino defectos personales.


La identidad quedaba atrapada en un bucle: valgo si rindo.


¿Qué otras facetas desplazaba la tarea objetivo?

La lista es larga: descanso real, tiempo con amigos, hobbies, movimiento físico no enfocado al rendimiento, incluso espacios de calma mental.


Todo lo que no sumaba directamente al objetivo quedaba en segundo plano.


El salto a la adultez: cuando el modelo se rompe

En el mundo profesional o en las oposiciones no hay una meta clara y cercana que recompense ese sobreesfuerzo. No hay vacaciones marcadas por calendario ni notas mensuales que refuercen. El feedback de los demás es inexistente, difuso, interesado o directamente incorrecto. Y para colmo: La meta está lejos y es incierta.


Ahí surge el verdadero problema: la incertidumbre. Ante no saber qué pasará, la mente recurre a la vieja estrategia: forzar la máquina. “Si estudio más, aunque esté agotado, tendré más posibilidades de aprobar”. Pero en este nuevo terreno, esa lógica ya no funciona.


Lo que sí produce es una falsa sensación momentánea de control: el día valió la pena porque "cumplí". Pero a medio y largo plazo, el saldo es negativo: agotamiento, rigidez, reducción del autocuidado y, en muchos casos, síndrome de burnout. Además, en contextos laborales pasa que ese sobreesfuerzo, lejos de premiarse, se acaba viendo como el modo esperado de trabajar.

Un cambio necesario

Romper con este patrón implica algo contraintuitivo: dejar de forzar como única vía de avance. Significa aceptar que descansar también es productividad, que analizar la calidad del esfuerzo puede ser más eficaz que acumular horas, y que la flexibilidad y la desconexión no son caprichos, sino condiciones necesarias para sostener un camino largo.


Al final, el reto de opositar no es solo alcanzar un resultado, sino llegar entero.


Consejos prácticos para prevenir el burnout


  1. Planifica descansos como parte del estudio/trabajo. No los veas como pérdidas de tiempo. Son tu inversión para rendir mejor.

  2. Marca metas realistas y revisables. En vez de obsesionarte con lo que no sabes o falta, celebra avances parciales.

  3. Diversifica tu vida. Dedica espacio a hobbies, ejercicio, relaciones y actividades que no tengan nada que ver con oposiciones o trabajo.

  4. Escucha a tu cuerpo. Si el cansancio es extremo, descansar es prioritario. Quemarte no te acerca más rápido al objetivo.

  5. Haz pausas de calidad. Mejor 15 minutos de desconexión real (paseo, música, respiración) que una hora revisando redes sociales sin parar.

  6. Acepta la incertidumbre. No puedes controlar todo. Enfócate en lo que depende de ti y suelta el resto.

  7. Busca apoyo. Hablar con compañeros, amigos o un profesional de la salud mental puede marcar la diferencia. No todo se resuelve en solitario.


Lo que nos trajo hasta aquí —la exigencia, el esfuerzo, la responsabilidad— no es lo mismo que nos llevará más lejos. Para sostener un camino largo, hace falta un modelo distinto: menos sacrificio ciego y más equilibrio consciente.


Si estás opositando y ves que te cuesta alcanzar este modo de trabajo, pide una cita y estaré encantado de ayudarte a lograr un cambio en tu camino hacia tu meta final.

 
 

Reflexiones, tips, metáforas y demás tecleos esporádicos para exprimir más esto de la terapia

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